miércoles, 18 de noviembre de 2009

El primer mes pasó volando (parte 1)


Parece mentira que ya llevamos un mes viviendo en Montréal. Después de las primeras semanas donde ha habido de todo un poco, parece que ya estamos agarrándole más la onda al proceso de mudarnos de país. Pero como dicen en la mal afamada colonia Buenos Aires “vamos por partes”.

Semana 1 Los trámites y la llegada de Bretón
La primera semana se nos pasó prácticamente haciendo trámites. En primer lugar necesitábamos sacar todos los documentos que hacen falta para formalizar nuestra llegada como residentes permanentes. En resumidas cuentas se trataba de dos trámites federales y dos provinciales. Los federales son el envío de la dirección fija para recibir la tarjeta de residentes permanentes y poder entrar y salir del país además de una tarjeta con el número de seguridad social (para poder trabajar). Los provinciales son una tarjeta de adhesión al sistema de salud pública (por si nos enfermamos, aunque entra en vigor a los 3 meses y por lo tanto hay que contratar un seguro privado para cubrirnos este tiempo de espera) y visitar al ministerio de migración para decirles básicamente que ya llegamos y que se nos asignara un consejero de acompañamiento que nos orientara en estos primeros trámites. Como buenos mexicanos, lo hicimos todo al revés.

Primero fuimos a tramitar el NAS (Numéro d’Assurance Sociale). Este es un trámite que depende del gobierno federal, la oficina estaba bien organizada y con un servicio súper eficaz. En 15 minutos hicimos todo el show y salimos sin las tarjetas, pero con la constancia y el número ya en la mano. El trámite de la tarjeta de residentes lo hicimos por internet y dejamos la dirección de donde nos estábamos quedando, por lo tanto no hubo drama.

Luego nos lanzamos al IMSS, es decir, a la Assurance Maladie. Esta oficina depende del gobierno provincial y, después de la agilidad y facilidad de los trámites anteriores, nos sorprendió ver que la oficina estaba hasta el gorro y parecía que traían un verdadero desmadre. Decidimos que lo mejor sería irnos a pasar la tarde a otro lado (turistear) y regresar otro día tempranito. Nos resultó la jugada y la mañana siguiente estuvimos puntuales cuando abrieron y una vez más en 15 minutos estábamos fuera.

Al final dejamos la visita con el agente de acompañamiento. La verdad es que como nos adelantamos a hacer todos los trámites (yo ya traía desde México listas las direcciones, los teléfonos y nos guiamos por los consejos de algunos amigos que ya habían llegado y pasado por todo esto). Cuando nos recibió el fulanito, ya habíamos hecho el 90% de las cosas que sugería y obvio nos miraba con cara de “entonces a qué carajos vinieron” pero como era su trabajo explicarnos igual perdimos el tiempo los tres.

Lo único valioso fue la información para la adaptación al mercado laboral, para lo cual nos inscribió en un curso donde nos ayudan a hacer las equivalencias de nuestra formación académica y experiencia laboral. Y nos agendó otra cita con un agente especializado en la búsqueda de chamba.

Lo siguiente fue ir al banco a abrir nuestra cuenta y comenzar a figurar en las instituciones financieras canadienses. Pensé que lo más sencillo era plantarse en cualquier sucursal y abrir una cuenta. Nop... También nos agendaron una cita para la semana siguiente.

En general todo marchó bien y por las noches nos dedicábamos a explorar las posibilidades para que Bretón nos alcanzara... El asunto era más complejo de lo que parecía porque sin la tarjeta de residentes no pudimos salir del país para ir por él a México.

Lo bueno fue que convencimos a un amigo -que ya es residente y sí tiene su tarjeta- que viniera el fin de semana a ver a su familia y que de paso se trajera a nuestro perro. Arreglamos los detalles y el jueves en la noche supimos que Bretón llegaba el sábado muy temprano. La semana terminó ya con los tres instalados en el mini depa al que llegamos, contentos y entusiasmados.


Semana 2. La búsqueda y la mudanza
Después de que llegó Bretón, de que finalizamos los trámites y de estar viviendo cómodamente en el departamento-hotel donde teníamos toda clase de servicios (teléfono, internet, cable, etc) nuestra prioridad fue encontrar dónde íbamos a vivir de manera permanente. La verdad es que no fue una tarea fácil por tres cosas fundamentales:

  • Aún no tenemos referencias para que le digan a los caseros que somos “pobres, pero honrados”, o lo que es lo mismo, que somos cumplidos con la renta. Otro medio para que te suelten un contrato de arrendamiento -o “bail”, como le dicen aquí- es que revisan tu historial crediticio -el cual en nuestro caso, por obvias razones es inexistente-. Si no aplica ninguna de las anteriores, afortunadamente se resuelve dejando un depósito, pero no todos están dispuestos a aceptarlo.
  • La otra es que, aunque todo mundo tiene animales de compañía, es complicado hallar dónde te acepten con un perro del tamaño de Bretón.
  • La disponibilidad del departamento fue quizá lo que más nos bloqueó opciones de búsqueda, pues lo necesitábamos el libre el 1 de noviembre, es decir, unos 8 días después de cuando empezamos a buscar y como aquí planean todo con calma, -por ejemplo los anuncios de renta de la segunda quincena de octubre son para los que se van a desocupar, cuando pronto, en diciembre y así sucesivamente- no había mucho lugar para dónde hacernos.

Intentamos la búsqueda por el periódico y por internet, pero como muchas de las otras cosas que hemos hecho aquí, lo mejor fueron los testimonios de la gente que nos ha ayudado (migrantes legales mexicanos, como nosotros, que ahora tienden la mano a quienes vamos llegando) y su recomendación para finalmente encontrar dónde vivir en el sur de Montreal, en otra isla que se llama Île-des-Soeurs (o “Isla de las Monjas”, que a diferencia del Desierto de los Leones que ni es desierto ni hay leones, esta sí es isla y sí hubo monjas). Y decidimos que aquí nos vamos a quedar, de acuerdo con nuestro contrato, un año por lo menos.

Fuera del edificio hay muchísimas áreas verdes, un bosquecillo, un laguito, ciclopistas y lo más importante, la parada del autobús, lo que significa que en invierno no vamos a caminar mucho tiempo en el frío y en el verano nos podemos ahorrar una lana si usamos vírulas para transportarnos.

El más contento es Bretón, porque además de que ya tiene un poco más de espacio, tiene de vecinas a muchas ardillas que se pasean sin pudor alguno por las ventanas y el balcón a sabiendas que el perro está encerrado. Todo el día van, vinenen, se comen nueces o basura o lo que sea y vuelven loco al perro. A nosotros nos gusta la idea porque así se mantiene mentalmente ocupado vigilándolas, incluso cuando no estamos.

Luego luego de saber dónde íbamos a vivir, nos dimos a la tarea de buscar los muebles con los que empezar, porque a diferencia de donde llegamos, este lugar estaba pelón, sólo tenía la estufa, el refri y la lavavajillas.

Fuimos a Ikea, donde encuentras muchas cosas, pero sobre todo baratas y bien diseñaditas. La odisea empezó porque los cuates de Ikea venden a esos precios debido a que no incluyen el servicio de entrega, así que a rascarse con sus propias uñas. Además todo lo que venden es para armar, según la tienda, fácilmente, sin herramientas y por uno mismo... Sí, cómo no.

Para llevar las cosas al departamento encontramos afuera de la tienda un letrerito de un cuate que rentaba su camioneta por 20 dólares el viaje y debido al buen servicio (por la lana que pide le pedí sutilmente -no tuvo mucha alternativa el cabrón- que ayudara a cargar las cajas hasta arriba) decidimos que nos ayudara también con la mudanza. Al final fueron tres viajes, donde nos ayudó con todos los bultos y las cajas.

La crónica del armado me la ahorro porque sabrán que las instrucciones NUNCA son claras y mi entendimiento menos. Al final de todo, el depa quedó listo, montado con un sillón, un comedor, una recámara una tele y un DVD. Por el momento la verdad es todo lo que necesitamos.

(continuará...)

2 comentarios:

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  2. Qué emoción leer su reseña. Además confieso que los envidio por hacer este proyecto de vida juntos, pues aunque me encanta la idea de hacerlo yo sola creo que hacerlo en pareja debe ser una experiencia maravillosa!
    Un abrazo enorme a los 3 :)
    Grace

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