lunes, 18 de junio de 2012

Realidades alteradas

Las cabras y el monte
Una de las visiones constantes que uno tiene, especialmente en el downtown de Montreal, es el de los homeless (sans abri, les dicen por estos lares). Y es que el horario de uno de mis primeros trabajos, cuando aún no compraba un auto, me obligaba a hacer el commute de transporte público en una de las estaciones más céntricas de la ciudad y ahí estaban, invariablemente, algunos de ellos.

La rutina me hizo familiarizarme con aquellos que se cubrían de la lluvia o del frío en la estación Square Victoria y, salvo el mal olor que despedían, no había algo que realmente me molestara. Es más, con el tiempo mi dotes de antropólogo urbano (es decir de pinche entrometido) se especializaron y comencé a observarlos.

Para el ojo poco entrenado se habría tratado solamente de indigentes comunes y corrientes, la mayoría inofensivos.

Vamos, homeless hay en TODAS las ciudades, pero estos en particular llamaban mi atención. Primero porque no tenían el aspecto de los clásicos: el del junkie, el del teporocho o simplemente el de vagos comunes y corrientes. A fuerza de topármelos diario y a la misma hora, me di cuenta de que tenían ciertas características muy particulares.
Una de esas era que parecía que vivían en una realidad alterna. Locos, pues. Y como los mexicanos tenemos eufemismos para todo, hay –cómo no– algunos para decir que alguien perdió la razón, por ejemplo que vive en la casa de la risa o que se le fueron las cabras al monte.
Había uno en el que era especialmente evidente que su rebaño de bovinos estaba pastando muy lejos, pero parecía que a ratos alguna cabra volvía al corral, lo que le significaban ciertos destellos de lucidez. Los cables le volvían a funcionar y el individuo regresaba a esta dimensión.

No soy un experto en psiquiatría ni nada por el estilo, pero su comportamiento era por demás extraño y gracias muchas horas de ocio mientras esperaba el autobús de media noche, así como a ciertas eventualidades (una vieja película a medio ver en la TV y una conversación fortuita con una profesora de la UQAM), fue que conocí una terrorífica historia de la que me siempre he creído que alguno de estos personajes fue protagonista.
No lo puedo asegurar, pero al menos es buen pretexto para contárselas. Ahí les va:
 
 
 
Los húerfanos Duplessis
Uno de los más grandes escándalos en la historia de esta ciudad es el abuso que durante la década de 1940-1950 se dio a los llamados huérfanos Duplesisis.

Se trata de niños huérfanos o abandonados –generalmente nacidos fuera del matrimonio, pues en esa época la rigidez moral de esta sociedad era extrema– y que fueron dejados a cargo de instituciones oficiales del gobierno del entonces primer ministro Maurice Duplessis.

En esos años tanto los huérfanos como las escuelas estaban a cargo del gobierno provincial, que junto con la Iglesia Católica administraban ese tipo de instituciones (entre muchos otros).
Ambas entidades, el gobierno y la Iglesia, desarrollaron una estrategia para obtener fondos federales para la manutención de orfelinatos y escuelas. El problema era que los fondos federales estaban etiquetados para instituciones de salud en general y de salud mental en particular.
Para obtener más dinero fueron tomadas dos decisiones. Ambas malas: la primera fue reclasificar los orfelinatos católicos como unidades de cuidado mental y la segunda, y la peor, fue que cuando ya no les fue posible reclasificar el “giro”, se decidió enviar a miles de niños, COMPLETAMENTE SANOS, a verdaderos manicomios.
Algunas de esas instituciones fueron el hospital Mont-Providence (hoy Rivière-des-Prairies), el Hospital Protestante de Vedun (hoy Hospital Douglas) o el St-Jean-de-Dieu (actualmente Hospital Louis-H.-Lafontaine) entre otros tantos.
En los años siguientes algunos de estos niños decidieron denunciar los malos tratos, los abusos físicos y sexuales extremos que sufrieron así como las condiciones de esclavitud virtual en la que vivieron mientras estuvieron confinados.

Incluso en los años 90 algunos de ellos encontraron copias de sus expedientes médicos falsificados, mismos que habrían justificado su retención en esos centros. Una auténtica historia de terror.
 
 
 
Limpeza de conciencia
El escándalo se desató y en 1999, tras un controversial proceso de limpieza de conciencia (que incluyó una disculpa pública del gobierno de Bernard Landry, del Parti Quebecois y una ridícula suma de compensación).

Los huérfanos lo rechazaron y en 2001 el gobierno ofreció a algunos de ellos una compensación –limitada a solamente 1,100 personas– de $10,000 más $1,000 por cada año que estuvieron confinados. Algunos huérfanos sobrevivientes recibieron hasta $25,000 dólares cada uno.
Pero otros no tuvieron tanta suerte. Declarados incapacitados mentales, un gran número fue además sujeto a experimentación médica durante el tiempo que duró su reclusión. Las prácticas incluían el uso de drogas que les provocaban convulsiones o akinesia, una pérdida total o parcial del control de sus movimientos corporales, lobotomías y electroshocks.
Muchos de ellos, evidentemente, murieron. En ese entonces una ley permitía a la Iglesia vender los cuerpos no reclamados a las escuelas de medicina. El negocio era redondo.
El grupo de huérfanos sobrevivientes y las asociaciones que los apoyan exigieron al gobierno realizar una investigación pública e incluso exhumar cientos de cadáveres de esos niños (que probablemente están en un cementerio abandonado de la zona este de Montreal) para realizar autopsias y esclarecer la verdad. Sin embargo, y en 2004 el gobierno rechazó esta posibilidad.
 
 
 
Fábrica de desadaptados
Los niños que no murieron, después de haber sufrido múltiples abusos y tras haber tenido una infancia completamente anormal, fueron lanzados a las calles cuando cumplieron la mayoría de edad. Sobra decir que no contaban con la más mínima preparación para enfrentar la vida adulta, y lo que es aun peor, salían al mundo con un handicap considerable.
No es difícil imaginar el resto del cuento: suicidas, criminales, HOMELESS, y toda clase de personas atormentadas por una salud deteriorada tras años de experimentos y con todo tipo de comportamientos disfuncionales.
Y aunque la esperanza de vida de los huérfanos de Duplessis está muy por debajo de la media nacional, en 2010 la prensa estimaba que solamente entre 300 y 400 sobrevivían.
Actualmente los sobrevivientes estarían rondando los 60 o 70 años y me imagino que su comportamiento sería parecido al que vi en aquellos homeless que se abrigaban de las inclemencias del tiempo mientras yo esperaba un autobús a la media noche.
Por eso no es tan descabellado pensar que alguno de esos, era un huérfano Duplessis.





Si quieren saber más, va una lista de referencias serias sobre el tema mientras practican su francés :
Películas y programas de TV
  • Les orphelins de Duplessis, serie 4 episodios. Producción Télé-Action, Diffusion Société Radio-Canada, 1997.
  • Nestor et les oubliés de Benoît Pilon, Films Seville, 2007, 75 minutes.
Novela

1 comentario:

  1. Wow!!! Que historia, sobretodo pensar que son personas desprotegidas y lanzadas a un mundo brutal, yo pasé por Montréal y me daba ansia ver esa situación, ahora comprendo un poco más.
    Gracias por compartir

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